lunes, 29 de noviembre de 2021

«El infinito en un junco»: el origen, presente y futuro de la Biblioteca en Occidente

La autora de este best seller (Clarín 2020), Irene Vallejo, nació en Zaragoza, España, en 1979. Es filóloga clásica de formación y en su labor de escritora cultiva varios subgéneros literarios como la novela, el ensayo y la literatura infantil y juvenil. Por su Infinito en un junco (Vallejo 2019) se le concedió el Premio Nacional de Ensayo de su país en el año 2020.

Antes que nada, lo primero que llama la atención de este libro es su poético título. Afortunadamente, casi al final de esta obra (pp. 358-359), la autora hace una pequeña y breve teoría de los títulos de los libros, la cual puede servir también para explicar el mismo título de este ensayo. Explica en esa parte que hasta antes del XIX los títulos eran escuetos y aburridos, pero es a partir de ese siglo cuando ocurre un cambio, y los autores y las casas editoriales crean o escogen títulos para llamar la atención del lector. Incluso muestra evidencia de ello (p. 359) al presentar una pertinente y larga lista de títulos de libros de diverso tipo en los que, efectivamente, corrobora lo que menciona.

El infinito en un junco es un ensayo muy bien documentado y con un discurso descriptivo que se basa, sobre todo, en hechos concretos. La autora no pretende persuadir a los lectores con algún tipo de ideología ni filosofía de la vida. Al contrario, ofrece al lector sucesos puntuales que ocurrieron y están ocurriendo en la actualidad y los desarrolla. En esto coincide con Theodor Adorno (2003: 13) cuando  dice que «El ensayista rechaza sus propias orgullosas esperanzas que sospechan haber llegado alguna vez cerca de lo último; las que él puede ofrecer no son más que explicaciones de poemas de otros». En este sentido, la autora da libre albedrío a sus lectores para que saquen ellos mismos sus propias conclusiones. Al fin y al cabo, todo el vasto y variopinto contenido que ofrece en este ensayo, confluye para que se pueda entender de dónde viene y adónde va el objeto libro como portador de los conocimientos imprescindibles para el ser humano.

Asimismo, complementa su polifonía de voces con innumerables y diversas referencias relacionadas al tema central; es decir, relacionadas con el origen, presente y futuro de la Biblioteca en Occidente. A propósito de esto último, esta complementación con referencias funciona como actualizador de su discurso y contenido. De entre los muchos ejemplos que se pueden mencionar, son las de alrededor de 23 películas de cine de todos los tiempos que van apareciendo a lo largo del ensayo.  También se hace mención de innumerables escritores y directores de cine fallecidos y vivos, y novelas adaptadas a la industria cinematográfica. Aparecen, a su vez, anécdotas o experiencias de todo tipo que le ocurrieron a la autora en sus incursiones a bibliotecas en varios países. Incluso hay crítica literaria dentro de esta obra, con la crítica a la afamada Fahrenheit 451Actualiza también Vallejo mencionando a otros críticos literarios y ensayistas. Pero, de todas estas actualizaciones, resalta la del mundo del cine por encima de las demás. Esto quizás debido a la popularidad del séptimo arte y porque se cohesiona pertinente y más precisamente al contenido del libro, sin perjuicio de las demás referencias que también colaboran para dar sentido a la obra en su conjunto.

En el transcurrir del libro, hay pinceladas de momentos sublimes y poéticos que ornamentan, al insertarse de forma magistral, su discurso ensayístico, como cuando dice: «Creo que el tatuaje es una supervivencia del pensamiento mágico, el rastro de una fe ancestral en el aura de las palabras» (p. 80).

Líneas arriba se había mencionado la ambigüedad del discurso (voz de la narradora y de la autora) en algunos pasajes de El infinito en un junco. Esto va en consonancia con lo que Roland Barthes (2007: 51) afirmaba acerca del ensayo: «[es un] género ambiguo en el que la escritura disputa con el análisis». 

En cuanto a la disposición o distribución de los componentes anteriormente mencionados (los actualizadores de discurso y contenido), hay dos grandes bloques: Grecia y Roma, con sus respectivos subcapítulos, lo cual es absolutamente normal en cualquier ensayo. Lo que sí llama la atención, en el sentido positivo de la palabra, son las subdivisiones (de cantidad variable) que hay entre los subcapítulos. Éstas subdivisiones están marcadas por números ordinales contínuos tanto en el bloque de Grecia como en el de Roma, y tendrían su razón de ser en el modo fragmentario del discurso en este ensayo. En efecto, aquellos componentes que actualizan el contenido del discurso y contenido aparecen de forma dispersa en cada una de estas subdivisiones. La resultante de esta forma de escritura es un ensayo antistemático o, si se quiere, anticartesiano.

Pero esta forma de escritura fragmentaria no es nueva ni extravagante, ni mucho menos marginal. En el siglo pasado, Theodor Adorno (2003: 24) planteaba todo lo contrario al método tradicional de Descartes; es decir, en vez de empezar a conocer y ordenar los objetos por los simples y fáciles, se debe empezar por los más complejos y luego desordenarlos.

Este análisis de los aspectos formales de El infinito en un junco no puede aspirar a ser medianamente completo si no va acompañado por un recorrido rápido, a grandes rasgos, por los aspectos de fondo o de contenido. Por ello a partir de este punto se hará mención de algunos de los hitos históricos más relevantes.

Esta obra es una gran odisea en el tiempo y en el espacio de la Biblioteca en Occidente. Comienza su periplo en un territorio fuera de Europa, en Alejandría, Egipto. Así, el eurocentrismo queda totalmente descartado, no solo por la cronología y el lugar, sino por los argumentos que la autora defiende en este ensayo.

Fue Alejandro, rey de los macedonios y griegos, un monarca con luces y sombras, quien soñó con una biblioteca que reuniese todo el conocimiento del mundo conocido. Su imperio iba desde Grecia, pasando por Egipto y Oriente Medio, hasta la India. Sin embargo, la muerte le llegó antes al rey y no pudo hacer realidad su sueño, y quedaron sus posesiones a merced de sus generales y oficiales que habían sido casados con princesas extranjeras para consolidar su gran reino. Era pues el sueño del Alejandro hacer de su reino un reino mestizo. Será Ptolomeo, uno de sus generales, de orígenes egipcios pero que no hablaba ese idioma porque había sido aculturado helénico, quien construirá la primera biblioteca de Alejandría. 

Como no podía ser de otra manera, Grecia es la génesis de la cultura de Occidente y, por ende, de la Biblioteca Occidental. No obstante, la autora hace patente en el libro que el mundo griego y la cultura occidental no sería la misma o, mejor dicho, no hubiese alcanzado el nivel que alcanzó de no ser por el contacto con otras culturas no europeas, a raíz de las conquistas de Alejandro y por otros eventos históricos que acercaron a Occidente con Oriente. Ocurrió entonces un mestizaje no solo genético, por el casamiento de los oficiales griegos con las princesas extranjeras, sino también cultural entre Occidente y Oriente. El mestizaje es una idea que aparece con precisión en muchos tramos de este ensayo. Lo cual es un enorme acierto porque esta idea explica muchas cosas que el discurso más eurocentrista es incapaz de hacer.

En El infinito en un junco, ese mestizaje también tiene lugar de forma simbólica en la mitología griega cuando la autora hace mención del personaje mitológico Europa, personaje que dará nombre al continente europeo. Sus orígenes están en Oriente Próximo. El mestizaje es el tema que subyace en todo el libro. Está presente en muchas ocasiones.

Este libro, como se ha ido viendo en el presente artículo y más aún para los que lo han leído, está repleto de hitos históricos. Uno de los tantos que menciona Vallejo es la oralidad que aun sin ser un hito específico, sino un proceso histórico, su presencia es importantísima. Así, por medio del mensaje oral se transmiten los relatos para niños y adultos desde tiempos inmemoriales. Pero la difusión del conocimiento mediante la oralidad iba a ser transformada con la invención de los soportes alfabéticos; es decir, de los soportes o formatos aptos para la escritura, desde las tablillas, el papiro, el pergamino y el códice hasta el libro que hoy conocemos. Esta transformación ocurrirá sin desmedro de la oralidad y a favor solo de la escritura, sino que ambas coexistirán. Más adelante se tratará sobre estos nuevos formatos en el mundo antiguo.

Otro de los hitos históricos fue la contribución indirecta de Aristóteles a la Biblioteca de Alejandría, por medio de los seguidores de su escuela tales como Demetrio de Falero y Calímaco de Cirene. A ambos se les debe la invención del oficio de bibliotecario.

Según la autora, el esplendor de Alejandría tiene lugar en el siglo III a.C. Así, pues, era «la ciudad de los placeres y los libros» (Vallejo 2019: 26). De la Biblioteca de Alejandría se puede decir que es la madre de todas las bibliotecas públicas, es decir, de acceso universal, en Occidente.

Y es aquí cuando la historia parece un cuento al uso, por su carácter narrativo, pero como dice la expresión popular: la realidad supera a la ficción. Entonces, a su vez, se podría utilizar otra expresión coloquial de forma lúdica, lo cual nos permitiría decir: «Érase una vez en un lugar llamado Egipto se empezó a usar los juncos como materia prima para fabricar rollos de papiro...». Sin embargo, lejos de estas transgresiones lúdicas al texto, lo cierto es, ahora en serio, que la autora ubica en el tiempo y el espacio a Egipto como centro del origen del segundo soporte o dispositivo de lectura: el papiro. El primero fue la tablilla de arcilla con escritura cuneiforme en Sumeria. Todo esto último lleva a la reflexión de cuánto ha avanzado la tecnología desde aquellos modestos orígenes a día de hoy. 

A modo de inciso, independientemente de la crítica a este ensayo, se podría decir que el libro físico ha tenido y tendrá grandes competidores. En esta época contemporánea el libro ha sorteado a los más difíciles como el cine, la televisión, Internet y el e-book o libro electrónico. Lo que le depara al libro tradicional en el futuro es incierto. Tampoco se sabe a ciencia cierta cómo incentivar el gusto por la lectura en los jóvenes. Lo que sí es cierto, es que el libro tradicional es más ecológico que un libro electrónico que está cubierto de plástico y lleva en su interior materiales difíciles de degradar en la naturaleza como las baterías. En ese aspecto el libro tradicional le saca ventaja al e-book ya que, como bien dice la autora, los libros se reciclan para crear otros libros. Este proceso haría que se talen menos árboles, con lo cual lo hace más ecológico.

Volviendo al pasado, Vallejo menciona que el papiro pese a tener un futuro prometedor, tuvo dificultades para desarrollarse y permanecer en buenas condiciones en los climas húmedos de Europa. Su deterioro era inminente. Por suerte, en Pérgamo, actual Turquía, se inventó el pergamino aunque su fabricación era carísima por requerir muchas pieles de animales.

La preconfiguración del libro moderno ocurrirá en el bloque dedicado a Roma con la creación del lomo del libro y que dio como resultado el códice. Todo esto en gran parte debido al empuje que le dio el cristianismo al libro por su preferencia con este objeto. La clandestinidad de los grupos cristianos (p. 325) en el Imperio Romano favoreció la difusión del formato de libro de bolsillo y se hizo popular entre aquellos primeros cristianos perseguidos por su fe. Su practicidad radicaba en que era fácil de esconder, llevar a cualquier parte y para encontrar cualquier versículo en la lectura de los evangelios o palabra de Jesucristo. Esto lo diferenciaba de la tradición judáica de leer en rollos la Toráh. Favoreció también a la lectura personal y secreta entre estas primeras comunidades de cristianos.

Muchos pasajes de este libro, como se dijo anteriormente, despiertan y promueven la reflexión. En particular cuando se habla de violencia, venga de donde venga, que afecta de manera grave a las instituciones educativas y culturales de cualquier país, como se verá más adelante. Es en ese sentido este libro, un libro útil para la sociedad porque aquellas reflexiones que suscitan sus páginas hacen en el lector: 1) retroceder en el tiempo, 2) ver lo que está ocurriendo actualmente y 3) vislumbrar de forma sensata lo que podría ocurrir en el futuro. Basta con ver los conflictos armados alrededor del mundo para darse cuenta que la destrucción de la cultura y la educación trae enormes consecuencias para todos pero, especialmente, a los niños y personas dependientes.

Como se venía diciendo, hay pasajes en el ensayo que llevan a la reflexión a los lectores. Sin embargo, no solo debería llevar a la reflexión a los lectores sino, también, debería llevar a reflexión con mayor énfasis a los gobiernos locales y nacionales para que tomen acciones en beneficio de los ciudadanos. A propósito de ello, la cita que incide en esto último es la siguiente: 

«las bibliotecas, las escuelas y los museos son instituciones frágiles, que no pueden sobrevivir mucho tiempo rodeadas por un entorno de violencia. En mi imaginación, la antigua Alejandría se tiñe de la tristeza de tantas personas mansas, cultas, pacíficas que se sintieron apátridas en su propia ciudad, ante el espanto, ya sin asideros, de los años de fanatismo» (p. 231). 

Es tan cierto el fragmento anterior que puede explicar parte del deterioro del sistema educativo y cultural de las comunidades rurales y urbanas de muchos lugares del mundo con esta problemática. Por mencionar un caso, en Perú en épocas del Conflicto Armado Interno en los años ochenta y noventa del siglo XX, entre la organización terrorista Sendero Luminoso y el Estado Peruano. No fue casualidad que haya empezado esta «guerra popular» (Gurmendi 2019: 23) atacando a la Democracia: el 17 de mayo de 1980 estas huestes terroristas seguidoras de su criminal líder Abimael Guzmán quemaron las ánforas y actas para unas elecciones democráticas en un pueblo llamado Chuschi, en la región peruana de Ayacucho. 

Lo mismo se puede aplicar a otras zonas de conflictos armados o de terrorismo a secas. Siguiendo en Latinoamérica, otro grupo terrorista en Perú, el MRTA (p. 140), las FARC en Colombia o los zapatistas en México. Asimismo en lugares más lejanos como Burkina Faso, Níger, Siria, Afganistán, Iraq, Indonesia, etc.

La violencia y destrucción que ocasionan los conflictos armados afectan a las personas que se benefician de las instituciones educativas y culturales como las escuelas, las bibliotecas, los museos... Por tanto, es obligación de los gobiernos y ciudadanos estar alertas ante estas agresiones, pues su futuro dependerá de tomar las decisiones correctas. La democracia, si bien no es perfecta y que se puede y debe mejorar día a día, ha demostrado con evidencia que es mejor que otros sistemas políticos como el comunismo o el extremismo religioso. La libertad del individuo y de los ciudadanos están por encima de cualquier sistema político.

Por último, y a modo de conclusión, como se ha visto, El infinito en un junco es un loable esfuerzo de divulgación, pues tiene muchos ingredientes en forma y contenido. Su autora bebe de las fuentes clásicas los orígenes del libro y las bibliotecas y sitúa a los lectores en la actualidad, mediante sus innumerables referencias de diverso tipo. Una vez asimilado el pasado y el presente, el lector se puede hacer una idea, por sí mismo sin intermediarios, de lo que depará el futuro. Asimismo, se desprende de este ensayo que todo lo que gira alrededor del libro, como objeto difusor de conocimiento, y de las bibliotecas, como centro neurálgico y social, son una red interconectada (p. 402). Por medio de esta gran red es posible que el libro siga funcionando como difusor de conocimiento, gracias a la labor de los bibliotecarios, los clubs de lectura y las personas anónimas que muchas veces son olvidadas pero que hacen posible que esta red siga viva.


Juan Post

Lima, noviembre de 2021




BIBLIOGRAFÍA CITADA


Adorno, T. (2003). Notas sobre literatura ,Madrid: Akal

Barthes, R. (2007). El placer del texto y Lección inaugural, Madrid: Siglo XXI.

Clarín Cultura. (4 de diciembre de 2020). El inesperado best seller español: la gran historia de los libros. Diario Clarín. Recuperado de https://www.clarin.com/cultura/inesperado-best-seller-espanol-gran-historia-libros_0_PUtQIoqzX.html

Gurmendi, A. (2019). Conflicto Armado en el Perú, Lima: Fondo Editorial de la U. del Pacífico.

Vallejo, I. (2019). El infinito en un junco, Barcelona: Siruela


martes, 16 de noviembre de 2021

El realismo de Chéjov en sus «Cuentos imprescindibles»

Antón Pávlovich Chéjov nace en 1860 en Taganrog, Ucrania, cuando era parte del Imperio Ruso de los zares, un año antes de la abolición de la servidumbre (régimen de semiesclavitud) en Rusia decretada por el zar Alejandro II en 1861. Pasa dificultades económicas como muchos escritores en su infancia y juventud, pero logra graduarse de médico en Moscú. Cultiva la narrativa y el teatro con relativo éxito en vida. Fallece prematuramente en 1904, a los 44 años, de tuberculosis durante su estancia de recuperación en Alemania.

«Cuentos imprescindibles» (Chéjov 2000), es una selección de 20 cuentos, bajo la edición y prólogo del escritor del realismo sucio estadounidense Richard Ford, el cual menciona  que encontró la trascendencia de la obra chejoviana en su edad madura, ya que no pudo percibirla del todo en sus lecturas juveniles (p. 12). 

En efecto, leer a Chéjov requiere paciencia y profundidad. Una lectura rápida y superficial de este escritor y dramaturgo ruso, dejaría de lado lo más importante de su obra; es decir, el subtexto. A propósito de ello y, a su vez, en la misma línea de Ford, Fernández Bueno (2011) señala que:

«Chéjov sin duda exige una lectura pormenorizada porque  sus  palabras  esconden  significados  ocultos  y  profundos,  que  constituyen lo que algunos críticos y estudiosos llaman "чеховский  подтекст" (subtexto de Chéjov). Cuanto más atenta  y profunda sea nuestra lectura,  mayor será el grado de complicidad con  el  autor.  Es lo  que  Chéjov  demanda  para  que  podamos  descifrar  ese  subtexto según las claves que él mismo proporciona» (p. 572).

Otra de las cosas que resalta Ford (en Chéjov 2000) de sus relatos es el humor. Menciona que si bien su aparición puede sorprender al lector, éste no es desacertado y además humaniza la situación de gravedad del asunto tratado (p. 17). En este sentido, Ordoñez (2015: 15) apunta lo siguiente: «Frente al viejo cliché de un Chéjov lánguido, una lectura atenta de sus textos nos revela un humor a veces ácido y a veces benévolo, incluso absurdo». Por ejemplo, El beso, es un relato dónde la ironía y el sarcasmo aparecen de forma notoria.

Asimismo, el editor (pp. 21-22) remarca la contemporaniedad de estos cuentos y su cercanía a nuestra cultura occidental: «sus relatos podrían escribirse hoy en día [...], y leerse con placer y avidez por su perspicacia, sin modificaciones ni notas a pie de página para explicar la época o la procedencia extranjera». Sin embargo, en el primer cuento de este libro que lleva por título Fracaso, se puede observar algo que ya no es bien visto por las convenciones sociales actuales del siglo XXI: la diferencia de edad. La relación sentimental entre un profesor de secundaria y su alumna, incluída la venia de los padres de la chica en estos tiempos no gozaría de aprobación social. Claramente, este relato y en otros pasajes del libro, nos ubica en la época decimonónica donde algo así era el pan de cada día.

De estos 20 relatos, 18 están escritos en tercera persona y solo 2 en primera persona (Champagne y Relato de un desconocido), lo cual indica la preferencia del autor por distanciarse lo máximo posible emocional y narrativamente de los personajes y de los acontecimientos. Siguiendo con este d
istanciamiento, Torrecilla (2007) añade también que «sus relatos no proceden de su mundo interior, ni busca con ellos ejemplificar sus conflictos personales. Siempre rechazó utilizar la literatura para vaciar la intimidad» (p. 95). A este respecto, Sapoznikow (1967), relaciona hechos biográficos del autor con su estilo narrativo explicándolo de esta manera:

«Chéjov era médico e hizo un análisis clínico de la personalidad humana y del orden social imperante. Como si manejara un bisturí abrió las heridas y las dejó abiertas. Hizo un diagnóstico genial, pero no recetó el remedio» (p. 488).

En cuanto al contexto histórico, según Hita (2003: 283) la literatura rusa del XIX «a grandes rasgos era básicamente social y comprometida». Esto puede explicarse porque en la Rusia de Chéjov se estaban dando cambios sustanciales en su sociedad y los literatos no eran ajenos a esto. Estas transformaciones para Mobarak (2014) empiezan:

«a finales del siglo XIX y principios del XX con un cambio radical en el orden sociopolítico, donde la aristocracia tradicional se va deteriorando con el levantamiento del proletariado urbano. En el país eslavo, esta nueva clase social nace en 1861 -algo tarde si tenemos en cuenta que este proceso empezó en Europa Occidental apartir del siglo XVIII y había dado sus frutos a mediados del siglo XIX- gracias al decreto del zar Alejandro II en el que queda anulado el derecho a tener siervos cómo propiedad del señor aristócrata» (p. 102).

Respecto a su estilo literario, el drama chejoviano (Zucchi 2016) en su obra indiscutiblemente se enmarca dentro del realismo europeo, pero dada su tardía aparición en Rusia admite la influencia de otras escuelas o movimientos artísticos de aquella epoca: 

«el hecho de que la producción literaria del escritor ruso se desarrolle de forma tardía respecto al realismo europeo lleva a algunos autores a afirmar que  es  posible  identificar  en  sus  textos  elementos  de  otras  estéticas,  en  particular,  del  impresionismo y del simbolismo» (p. 40).

Es así que en la cuentística rusa de finales del XIX, como no podía ser de otra manera, los escritores y poetas vuelcan en sus páginas lo que ven en su día a día al salir a la calle e interactuar con su entorno. La transición de la servidumbre a la libertad de los campesinos rusos no solucionó el problema de la pobreza y atraso sino que en muchos casos se agravó. Es así que el país atravesó una grave crisis. Para Uribe (1974, citado en Del Castillo 2021), en la Rusia de Chéjov se reflejaba:

«la vida de los siervos y el pisoteo de su dignidad; el desempeño  estacional  de  un trabajo  citadino  por los rurícolas;  el  choque  de  la  benevolencia  idealista  hacia  las otras clases  con  condiciones  estructurales  objetivas  de  la  sociedad;  la  hipocresía  y  la  ineficacia  administrativa  del  régimen zarista;  […] la actitud  de hombres de diferentes edades y posiciones, frente a la muerte;  la vida de los deportados y vagabundos;  las  miserias  de  los sirgadores  y su explotación  por la  vanguardia  capitalista  del  Imperio  Ruso; la vida  de  un  hombre  de  ciencia  en  la  Rusia  de  los zares;  la  autenticidad  del  sentimiento  religioso  y sus repercusiones sociopolíticas» (p. 375).

Sin duda, en el siglo XIX Rusia dio al mundo nombres notables en literatura: Pushkin, Gogol, Gorki, Turguénev, etc. En comparación con otros grandes de la literatura rusa del momento Torrecilla (2007) menciona que:

«Su literatura [de Chéjov] no tiene el afán totalizador de Tolstói; ni rastrea tampoco en las complejidades atormentadas de Dostoievski. Relato a relato, consigue perfilar el rostro auténtico de una Rusia que muestra signos de cambio, pero que todavía sigue en lo familiar y en lo costumbrista, apegada a sus tradiciones y enfermedades seculares» (p. 94).

Leyendo estos relatos, se cae en la cuenta de que sus historias están escenificadas por personajes y temas cotidianos, comúnes. Buenos ejemplos de esto son los relatos La desgracia y Vecinos. En este sentido, estos cuentos son aplicativos, prácticos en la vida diaria. A propósito de esto último, para Yelizarova (1960: 15): «su habilidad para revelar las cosas más simples y ordinarias de manera nueva es un arte singular que le da la categoría de maestro».

Complementando la cotidianidad de los relatos de Chéjov y la cercanía de sus personajes con sus lectores, Del Castillo (2021: 375) agrega que: 

«Chéjov se caracteriza  por abordar precisamente  temáticas cotidianas que, en realidad, y de manera no muy sutil,  exteriorizan  problemáticas  internas  y desgracias  del  ser humano,  es decir, lo expone  desde lo más interno de  sí  mismo  y lo  ubica  en  sociedades  modernas  hostiles,  aspecto  característico  del  período  histórico  y de  la vida misma».

En Pequeñeces de la vida, el autor muestra que lo que marca en la infancia dejará huella en la etapa adulta. Así, pareciera como si Chéjov interviniese en la mente de sus lectores. Sapoznikow (1967) esclarece este asunto:

«Con una intuición psíquica que tiene poca semejanza en la literatura universal, Chéjov, reveló que los factores circundantes de la vida moldean el carácter del hombre, el cual es para él una creación del ambiente, del suelo hogareño, hijo de la tierra, trozo de la naturaleza» (p. 484).

Monmany (2004, citada en Torrecilla 2007: 95) abunda un poco más en este tema entrando en detalles y apunta que las claves de los relatos de Chéjov se encuentran en:

«Observar, elegir y seleccionar fragmentos de la realidad, intuir, asociar. Su frialdad de observador científico y desapasionado, volcado en los detalles cotidianos, le hará desechar cosas inútiles en su laboratorio creativo; despojar, más que añadir y acumular. Su menos será siempre más».

Por el destino desdichado, infeliz y trágico de algunos de sus protagonistas y personajes  secundarios, se observa durante la lectura, pesimismo y pesadumbre. Puértolas (1999, citada en Torrecilla 2007: 96) va más allá y manifiesta que: «La primera impresión que me dejaron los relatos de Chéjov fue una honda tristeza».

Por ello no es fácil leer a Chéjov. En unas cartas a su hermano, que intentó, de forma fallida, ser escritor, le dice a éste que tenía que experimentar en carne propia esas hondas emociones para luego vertirlas en su literatura. Parafraseando al autor ruso, lo que le aconseja a su hermano se puede hacer extensible a sus lectores, para que se pueda entender y sentir al mismo tiempo su obra literaria.

Volviendo al texto en sí, las relaciones tensas en el ámbito familiar entre padres e hijos y un escritor que compagina su labor literaria con ser padre, se hacen patentes en los relatos Gente difícil y ¡Chissst....!, respectivamente.

En Champagne. Relato de un granuja, y Relato de un desconocido es evidente el europeísmo literario de este autor porque en el ambiente de sus cuentos se habla de cosas ajenas a la etapa posterior a 1917, año de la revolución bolchevique que alejó a Rusia de las tendencias europeas occidentales. Es decir, Chéjov habla de dios, liberalismo, burguesía, viajes en territorio europeo, etc., aspectos que están en las antípodas del pensamiento comunista.

El relato más tenso e intrigante de todos podría ser Enemigos, porque trata de un tema muy delicado como es la muerte de un hijo. A ello sumado a la fortísima indignación que siente el padre por un personaje presuntuoso de origen noble.

Kashtanka es un cuento conmovedor en el que el autor da voz a una perrita perdida, que cae en otras manos donde vive experiencias muy diferentes a las que había vivido.

El contraste o la dicotomía aparece también en esta selección de cuentos. Las diferencias de personalidad y profesión (él, médico y ella, pintora) con todo lo que ello conlleva, según el autor, aparece de forma dramática en el cuento de La cigarra. Otro contraste, esta vez entre la vida en el campo y la ciudad son tratados en La grosella y Por asuntos del servicio. Y la dicotomía o dilema entre la vida intelectual con la vida del trabajo «para comer» es abordado en el relato Del amor. El contraste o contraposición de ideas es mostrada en La nueva dacha, dónde un ingeniero innovador se topa con el conformismo de los campesinos.

La degradación moral y psíquica de los personajes es especialmente llamativa en El pabellón N° 6. Sobre el tratamiento de los personajes chejovianos en este aspecto, Sapoznikow (1967) destaca lo siguiente:

«Los protagonistas de Chéjov son esclavos de la condiciones circundantes. La vida los estropea y los convierte en polvo, como al grano, la piedra de molino. Títeres de la naturaleza y de las condiciones sociales de la vida, que son agitados por los hilos invisibles de allá arriba, y por el vigor de sus apetitos aquí abajo» (p. 483).

Uno de los relatos más duros y en el que la cruda realidad se hace más palpable es Muzhiks (campesinos). Se habla en él de la enfermedad, de la difícil vida en la aldea después de vivir en la gran ciudad, de la servidumbre a los señores anterior a 1861, del ateísmo, del cristianismo, del hambre, de la pobreza y de lo miserables que pueden ser las personas tanto material como moralmente. Dice también Sapoznikow (1967) en referencia a esto último, unido al movimiento artístico del naturalismo, que:

«El objetivo supremo de la estética es la verdad, por desnuda y abominable que sea. El gran autor ruso [Chéjov] dio un cuadro fielmente naturalista y verdadero de la realidad, y en aguda descripción artística se oculta una sincera finalidad ética» (p. 489).

Sobre lo descarnado de la literatura rusa comparándola con la del resto de Europa, el escritor ucraniano Iván Franko (citado en Hita 2003) dijo lo siguiente:

«Si las obras de las literaturas europeas nos gustaban y conmovían nuestro gusto estético y nuestra fantasía, las obras de los escritores rusos nos torturaban, despertaban nuestras conciencias, despertaban el ser humano que llevamos dentro y el amor hacia los pobres y ofendidos» (p. 284).

Respecto a los finales de los relatos de Chéjov, en esta selección, se puede decir que el más impactante fue el de La cigarra, por la conmovedora e injusta muerte del personaje Dymov. No obstante, en términos generales, estos cuentos no tienen un final concluyente, que hagan encajar las piezas sueltas unas con otras y revelen lo oculto y pongan orden en la trama y argumento. Edgar Allan Poe y Julio Cortázar, por ejemplo, cierran sus relatos de forma magistral, en los cuales dejan muy poco espacio para la interpretación. Los finales de Chéjov, en cambio, son bastante interpretables pues no cierran del todo.

Los relatos donde son más evidentes los finales abiertos son Un ángel y La dama del perrito. Brescia (2016), en otra traducción del ruso al español, a propósito de los finales abiertos y ambiguos de Chéjov señala que: 

«Un  final  supone  un  corte  o  un  cierre;  un  blanco  o  un  negro.  En  este  caso, el  que  lee  quiere  saber  cómo  terminará  esta  historia.  Y  se  encuentra  con esta  frase,  un  final  perfecto:  “Y  parecía  que  faltaba  poco  para  encontrar  la solución  pero  ambos  comprendían  claramente  que  el  final  estaba  todavía muy  lejos  y  que  lo  más  complicado  y  difícil  no  había  hecho  más  que  empezar” [en La dama del perrito]. Hay  un  efecto,  pero  no  es  el  esperado.  El  lenguaje  del  final  de Chéjov,  abierto  y  ambiguo,  propone  el  comienzo  del  futuro:  ni  regreso  a lo  convencional  —en  la  vida,  en  la  mecánica  del  relato—,  ni  huida  hacia  la pasión  devoradora  —en  la  vida,  en  la  mecánica  del  relato.  Se  cierra  el  texto sí, pero, como dice el narrador, “el final estaba todavía muy lejos”» (p. 48).

Finalmente, tras este breve viaje por el mundo chejoviano, se pudo observar que el autor ruso fue un escritor de su tiempo. Si el Realismo se opuso estéticamente al Romanticismo, en tanto en cuanto el Realismo se ocupa de los problemas de la sociedad actual, el Romanticismo se ocupa del individuo y puede trasladarse en el tiempo y espacio a épocas y lugares remotos. Así, pues, Chéjov es prueba de ello porque su Realismo habla de los problemas de los rusos de finales del XIX e inicios del XX. 

En sus «Cuentos imprescindibles» el lector atento experimenta desde exaltación a desasosiego, pasando por momentos donde lo anecdótico y cotidiano aparecen como pinceladas de calma momentánea para pasar de nuevo a enfrentarse a emociones y sentimientos en un vaivén que no cesa hasta terminar el libro. Por esa razón, tras su lectura habrá de transcurrir un tiempo prudencial para volver a Chéjov. Pero la buena noticia es que ya no volveremos a ser los mismos después de leer a este escritor ruso. Para bien, por supuesto.





Juan Post

Lima, noviembre de 2021





BIBLIOGRAFÍA CITADA

Brescia, P. (2016). Postremus: para una teoría de los finales. Revista Letral, N° 17, pp. 41-55. Recuperado de https://digibug.ugr.es/handle/10481/58981

Chéjov, A. (2000). Cuentos imprescindibles. Barcelona: Penguin.

Del Castillo, E. (2021). La locura como voz de la denuncia en El pabellón número seis, de Antón Chéjov. Lingüística y literatura, Vol. 42, N° 79, pp. 370-383. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=8071772

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lunes, 8 de noviembre de 2021

«Sapiens»: un cuasiprogresismo en forma de ensayo histórico

DISCLAIMER:

El autor del presente artículo no pretende arremeter contra la ideología del progresismo (también conocida como izquierda liberal-democrática), la cual es considerada válida y necesaria, porque da voz a colectivos y minorías que a veces no son escuchadas por el discurso más conservador. Tampoco se quiere hacer un uso despectivo del término «progresista», como lo suelen hacer los enemigos de dicha ideología con el uso de adjetivos como "progre", "socialconfuso" o "caviar".  Lo que sí se pretende aquí es demostrar científicamente, en base a una lectura analítica y comparada de Sapiens, de Yuval Harari, que su pensamiento se aproxima bastante a la doctrina progresista, aunque no del todo. De ahí que se use el prefijo «cuasi» (del latín quasi) para formar el neologismo «cuasiprogresismo». Para tal fin, en consonancia con el propósito de este artículo, se tomará como paradigma del progresismo moderno al expresidente de los EEUU, Barack Obama.



1. ¿QUIÉN ES YUVAL HARARI, AUTOR DE SAPIENS?

La pregunta que da título a este apartado puede parecer obvia porque el autor de Sapiens es uno de los ensayistas más leídos del mundo, con una presencia en medios de comunicación casi omnipresente. Por tanto, la obra de un autor con mucha llegada al público debe ser tratada con escrutinio para saber si el contenido del mismo coincide con la cualidades que se le atribuyen.

Entre algunos datos biográficos de Harari, nació en 1976 en Kiryat Atta, Israel. Es conocida su orientación homosexual, su veganismo y sus indiscutibles méritos académicos (Phd. en Oxford y es profesor en la universidad de Jerusalén), pero su persona no es objeto de estudio sino su obra. Este autor ha escrito otros ensayos que han sido best sellers como Homo deus (2016) y  21 Lecciones para el siglo XXI (2018).

Llama la atención que entre los medios de comunicación más influyentes como la BBC (2018) lo hayan etiquetado como «Filósofo futurista». Otra razón más, entre muchas, para estudiar su obra.


2. ORÍGENES DEL PROGRESISMO

Antes de entrar de lleno en el libro es imprescindible conocer los inicios del progresismo a nivel histórico, para poder hacer una equivalencia entre esta ideología y el pensamiento vertido en Sapiens, de Harari.

En el siglo XVIII, también conocido como el siglo de la Razón y de las Luces,  aparecieron las ideas de progreso y modernización para mejorar la condición humana en general. Es así que en el siglo de la Ilustración (Sánchez 1981), el ser humano es conciente de su papel como único responsable del mundo. Asimismo, estas nuevas ideas de progreso veían a la iglesia cristiana como un obstáculo para llevar a cabo los cambios que propugnaban las ideas progresistas.

Un siglo antes de la Ilustración, en la revolución inglesa del XVII, los terratenientes y las élites urbanas al mando de Oliver Cromwell arrebataron el poder a la monarquía. Cromwell (Paul 1955) más que un revolucionario burgués fue un líder religioso (protestante); es decir, este líder revolucionario, a fin de cuentas, era conservador. Dos años después de su muerte en Inglaterra se volvió a "la normalidad" con la la vuelta del monarca Carlos II al trono en lo que se llamó período de Restauración inglesa (Briggs 1994). 

Al mismo tiempo, desde el siglo XVII pensadores liberales como John Locke (2010) propusieron la libertad de elegir la religión que la persona quería profesar sin la intervención del poder político, la reducción del estado y que se otorguen garantías de las libertades individuales.

Sin embargo, en las revoluciones de EEUU y Francia del siglo XVIII se acabó con el Antiguo Régimen monárquico dando como resultado la independencia de Inglaterra y la muerte del rey francés Luis XVI, respectivamente. Cabe añadir que tras la derrota de Napoleón, los aliados impusieron la Restauración monárquica en Francia, pero ésta tuvo un período breve de 1814 a 1830.

Para realizar estos cambios profundos en la sociedad se requirió de ingentes recursos económicos. Según Gudynas (2004: 28): «La herencia europea del desarrollo ponía el acento en el crecimiento económico como  generador  del  progreso  social  y  político». 

A inicios del siglo XX, Ortega y Gasset (1923, citado en De Haro 2003) criticó el progresismo científico y técnico, que venía del siglo XIX, con el calificativo de «progresismo [...], utopismo son solo y un único "ismo"».

Ante este nuevo escenario de pensamiento político derivado del liberalismo, Michéa (2009) plantea que el progreso moral de la humanidad es interpretado como una forma de multiculturalismo tolerante. Entendiendo tolerancia como respeto y empatía.  Así, se puede identificar dos factores que aparecen en la nueva era liberal de Occidente: la tolerancia y la libertad de los individuos. Ambos son características del progresismo moderno.

Otra forma de ver y entender el progresismo es desde la economía (Zibechi 2015: 117-118): «entiendo por progresismo aquellos gobiernos que han intentado cambios en lo que fue el  Consenso  de Washington, pero nunca aspiraron a trascender el capitalismo en su fase extractiva y financiera». Es decir, todo cambio social es permitido dentro de las reglas de juego que impone el liberalismo económico y democrático. Fuera de ese espectro el progresismo pierde su esencia y adquiere ribetes radicales que podrían convertirse en comunismo. Si bien el progresismo cree en la democracia y el libre comercio, también plantea cambios sustanciales en la sociedad que colisionan con los valores tradicionales del conservadurismo político y social.

De acuerdo con Sousa Santos (2002, citado en Valladares; Castro 2008), el multiculturalismo progresista: «atenúa las diferencias y pugna por que se acepte otra noción de derechos cuyo nivel de abstracción no enmascare las desigualdades, y por unos derechos organizados y concebidos políticamente».

Ya entrados en el siglo XXI, en una entrevista Stiglitz (2020) propone en su libro «Capitalismo progresista» un nuevo contrato social porque se necesita:

«Un  nuevo  vínculo  entre  los  mercados,  el  Gobierno  y  la  sociedad  civil,  donde  el mercado  va  a  jugar  un  papel  importante:  el  capitalismo  va  a  ser  parte  de  la  solución,  por supuesto  no  ese  tipo  de  capitalismo  sin  restricciones  asociado  al  neoliberalismo  que  ha tenido  resultados  desastrosos  para  la  sociedad» (eldiario.es  22  de  febrero  de  2020).

Sin duda, gracias a la solidaridad humana es un hecho que ha habido avances en el reconocimiento de derechos de minorías en desventaja social y en sectores de la población excluidos del desarrollo económico. Para Rorty (1991, citado en Valencia 2009: 8) la idea de «progreso moral» ha permitido una legislación solidaria con los grupos desfavorecidos, aunque no ha salido fuera del ámbito antropocéntrico para incluir derechos a especies animales no humanas.

Para solventar esta carencia en la legislación sobre los derechos de los animales, la UNESCO (Valencia 2009) aprobó la Declaración Universal de los Derechos de los animales en 1977 y posteriormente fue aprobada también en la ONU, aunque no es del todo concluyente a la hora de definir dichos derechos. Sin embargo, ha sido un avance notorio a lo que había anteriormente.


3. BARACK OBAMA, PARADIGMA DEL PROGRESISMO MODERNO

Una propuesta interesante de Beck (1998, citado en Coronado 2008), tratando el tema del globalismo, es la teoría de los espacios sociales transnacionales que sustituirán al tradicional concepto de Estado-nación. Cuando en 1963 el líder del partido demócrata en su calidad de presidente de los EEUU, John F. Kennedy, dijo ante miles de berlineses Ich bin ein Berliner (soy berlinés) dio la impresión de anticiparse a Beck con esa oración en alemán que se quedó grabada en los libros de historia. 

Desde la campaña presidencial de 2008, Barack Obama, a quien le gustaba citar a Kennedy en sus discursos, llevaba el lema de progress (progreso) en su carteles como se puede apreciar en la imagen adjunta. También usaba carteles con la palabra hope (esperanza), que caló positivamente sobre todo en las minorías étnicas y sociales (hispanos, afroamericanos, asiáticos, feministas, comunidad LGTBI e inmigrantes en situación irregular, etc.) en EEUU.

En una investigación (con recopilación de datos mediante encuestas) sobre orientación política, el psicólogo social John Jost (2006) propuso que en base a una pregunta direccionada hacia la izquierda/liberal o derecha/conservadora, fue bastante eficaz para encontrar resultados así como también de otros pensamientos, sentimientos y conductas.

En otros estudios, según el centro de Investigaciones Pew Research Center (2014), entre las posiciones liberales (progresistas) se encuentra que: 

«... la discriminación racial es el principal motivo por el que mucho negros no pueden progresar en la actualidad; los inmigrantes fortalecen el país con su trabajo duro y sus talentos; una buena diplomacia es la mejor manera de asegurar la paz; las corporaciones obtienen ganancias demasiado grandes; leyes y regulaciones ambientales más estrictas justifican el costo; la homosexualidad debe ser aceptada por la sociedad» (Domínguez 2019).

Así pues, en un primer y rápido acercamiento para definir qué es progresismo, se puede decir que es lo opuesto a conservador y que, obviamente, existe polarización entre ambos. En este punto a veces ocurren confusiones de términos como «progresismo liberal», y «derecha liberal». Esto sucede porque el liberalismo es una doctrina política que abarca la libertad individual y social, y la participación del sector privado en lo económico y cultural, con una reducción de la intervención del Estado. Todo esto lo propone el progresismo, pero los partidos de ideología conservadora o de derecha extraen del liberalismo solo el aspecto económico para sus intereses y descartan los demás aspectos.

Para Obama el tema medioambiental (Sainz 2013) está en los primeros lugares de su agenda. No quedó satisfecho con el desempeño en ese aspecto en su primer gobierno (2008-2012) y se propuso repotenciarlo para su segundo gobierno (2012-2016).

De acuerdo con De la Rasilla (2009), Obama en política exterior se muestra partidario de la no violencia y propone una escalada de desarme nuclear de Rusia, Corea del Norte e Irán. Es así como ha creado una imagen de ser un líder políticamente correcto (Pastor 2009), con un mensaje de esperanza con el que muchos jóvenes se sienten identificados (Pérez 2008).

Por otro lado, el pacifismo de Obama se puso de manifiesto porque fue «elegido  para  poner  fin  a  los  conflictos  iniciados  por  su  predecesor  (George W. Bush) y  no  para  iniciar  nuevos» (Corral 2015: 2). Asimismo, gracias a su  interés por estrechar lazos de amistad y cooperación entre el mundo islámico y los EEUU se le concedió el Premio Nobel de la Paz en el año 2009.



4. EL PROGRESISMO DE SAPIENS

A largo de este ensayo, son muchos los lugares donde se puede identificar el pensamiento del autor con la ideología progresista. A continuación, se mostrará una serie de ejemplos representativos al respecto:


4.1 Desplazamiento de la iglesia 

En la siguiente cita, Harari (2018) pone en evidencia el desplazamiento progresista de la iglesia en favor de la responsabilidad humana en el mundo: «Podemos urdir mitos comunes tales como la historia bíblica de la creación» (p. 38).


4.2 Tendencia a la utopía

Harari en «Sapiens» es utópico, un rasgo común entre los progresistas, al considerar mitos a las leyes, a la justicia, a los derechos humanos y al dinero: «Los sistemas judiciales se sostienen sobre mitos legales comunes [...] porque todos creen en la existencia de leyes, justicia, derechos humanos... y en el dinero que se desembolsa en sus honorarios» (p. 41).


4.3 Ecologismo selectivo

Harari se muestra ecologista, pero su ecologismo es un tanto sui generis: se centra exclusivamente en la extinción de la flora y fauna debido a la presencia del homo sapiens en diversos lugares del mundo. Es decir, su ecologismo es selectivo porque para él el verdadero daño ecológico de los sapiens está en que ha ocasionado la desaparición de ciertas especies de flora y fauna, y no tiene en cuenta otros tipos de daños al medioambiente como la contaminación de las industrias y el efecto invernadero, la contaminación de ríos y lagos por la minería, etc., que perjudica la vida de los humanos. Pareciera como si para Harari el único perjuicio ecológico es la extinción de especies, pero se olvida que también los seres humanos terminan perjudicados por los gobiernos y ciudadanos que no tienen en cuenta la ecología. En ese sentido, el pensamiento de Harari coincide por omisión con Pinchot (Worster 1995, citado en Gudynas 2004: 15) cuando propone que: “el  desarrollo  y  uso  de  la  tierra  y  todos sus  recursos [son]  para  el  permanente  beneficio  de  los  hombres”. En otras palabras, si bien la extinción de especies por parte de los sapiens modernos es terrible, también lo es para los propios seres humanos: «Entre los grandes animales del mundo, los únicos supervivientes del diluvio humano serán los propios humanos, y los animales de granja» (p. 92). Aquí se equivoca rotundamente Harari porque si hay un diluvio humano los segundos en desaparecer, después de las especies en peligro de extinción, serán los propios humanos. El desastre será tal que se tendrá que buscar hacer habitable algún planeta cercano para que la humanidad pueda migrar hacia allí.


4.4 Crítica al capitalismo occidental

El autor de «Sapiens» considera que el capitalismo es un mito romántico: «los deseos más apreciados de los habitantes modernos de Occidente están conformados por mitos [...] capitalistas y humanistas que han estado presentes durante siglos» (p. 134). También se muestra crítico con la mentalidad occidental capitalista entre ricos y pobres: 

«la jerarquía de ricos y pobres, que ordena que la gente rica viva en barrios separados y más lujosos, que estudien en escuelas separadas y más prestigiosas y que reciban tratamiento médico en instalaciones separadas y mejor equipadas, les parece perfectamente sensata a muchos norteamericanos y europeos» (p. 156).


4.5 Feminismo

Es bastante contundente con esta afirmación: «En todas partes la gente se ha dividido en hombres y mujeres. Y casi en todas partes los hombres han obtenido la mejor tajada» (p. 165) y complementa esta idea con: «El patriarcado ha sido la norma en casi todas las sociedades agrícolas e industriales y ha resistido tenazmente a los cambios políticos, las revoluciones sociales y las transformaciones económicas» (pp. 174-175).


4.6 Pro LGTBI

En este apartado Harari muestra su apoyo a la comunidad LGTBI: «a la madre Naturaleza no le importa si los hombres [del mismo sexo] se sienten sexual y mutuamente atraídos»  (p. 167) y, seguidamente añade que «nuestros conceptos de "natural" y "antinatural" no se han tomado de la biología sino de la teología cristiana» (p. 168).


4.7 Xenofobia evolutiva y multiculturalismo

El autor indica, según su punto de vista, el lado oscuro del proceso evolutivo: «La evolución ha convertido a Homo sapiens, como a otros animales sociales, en un ser xenófobo» (p. 219) y, a su vez, es evidente que su postura está a favor del multiculturalismo.


4.8 La democracia ante todo

Si bien la ideología progresista se encuentra dentro del espectro político de la izquierda (democrática y muy cerca al centro político) y pese a su carácter reformista y de cambio, el progresismo cree en el sistema democrático cómo forma de gobierno. Por tanto, se desmarca de ideologías antidemocráticas como el comunismo: «Al igual que las demás religiones, el comunismo también tiene sus Sagradas Escrituras y libros proféticos como, El Capital, de Karl Marx» (p. 254).


4.9 Animalismo

El autor muestra empatía con el sufrimiento que padecen los animales en general: «los mamíferos y las aves poseen una constitución sensorial y emocional compleja. No solo sienten dolor físico, sino que pueden padecer malestar emocional» (pp. 377-378).


4.10 Contra el tradicional concepto de Estado-nación

Harari da argumentos absurdos para destruir el concepto de estado-nación: «La nación es la comunidad imaginada del Estado [...] porque es imposible que [...] todos los miembros de una nación se conozcan unos a otros de la manera en que los aldeanos se conocían en el pasado» (p. 398).


4.11 Cientificista 

El autor pone en manos de la ciencia toda la felicidad humana y no tiene en cuenta otros factores fuera de la ciencia como los valores de la compasión, justicia o verdad: «La felicidad duradera proviene solo de la serotonina, dopamina y la oxitocina» (p. 426).



5. ¿POR QUÉ HARARI ES CUASIPROGRESISTA?

De no ser por los dos puntos que se expondrán a continuación se podría decir que se está ante un ensayista progresista, pero tal cualidad aunque no es completa es bastante aproximada:

a) Harari es un progresista atípico o cuasiprogresista porque niega la existencia de uno de los pilares fundamentales del progresismo, como son los derechos humanos: «Es fácil aceptar que el Código de Hammurabi era un mito, pero no queremos oír que los derechos humanos sean asimismo un mito» (p. 129-130). Y remata el exabrupto anterior con lo que sigue a continuación: «Los principales mandamientos del humanismo están destinados a proteger la libertad de esta voz interior [la voz de la humanidad] frente a la intrusión o el daño. A estos mandamientos se les conoce colectivamente cómo "derechos humanos"» (p. 257).

b) Por lo expuesto en el apartado 2 y 3, con los orígenes del progresismo y Obama como modelo del progresismo, respectivamente, ha quedado demostrado que el autor de Sapiens tiene muchas coincidencias con lo que se ha expuesto en dichos apartados. Por tanto, rechaza su liberalismo por tener éste raíces cristianas que se confrontan a su ateísmo: «el humanismo liberal santifica a los humanos, no niega la existencia de Dios y, en realidad, se basa en creencias monoteístas. La creencia liberal en la naturaleza libre y sagrada de cada individuo es una herencia directa de la creencia cristiana» (p. 257).


6. CONCLUSIONES

Las coincidencias entre el pensamiento de Harari vertido en su ensayo Sapiens y la ideología progresista han quedado demostradas. No obstante, en el apartado 5 se puede observar que hay discrepancias entre el autor y los puntos a) y b), de dicho apartado, en cuanto a la existencia de los derechos humanos y el innegable carácter cristiano que tuvo el liberalismo en sus orígenes.

Pese a estás discrepancias, que pueden verse como insalvables, el hecho real y demostrado es que la ideología del progresismo como proceso histórico está indiscutiblemente en Sapiens de Harari. Y el rechazo de este autor a lo expuesto en el apartado 5 no tiene sustento histórico ni lógico. Si bien la historia no es una ciencia natural exacta, porque puede modificarse con nuevos hallazgos fósiles o manuscritos, sí puede dar cuenta casi al cien por cien de los procesos que acontecieron en cada etapa de la humanidad. 

Por otro lado, la lectura de Sapiens es un recorrido interesante desde la paleontología a la historia moderna. Son destacables los capítulos dedicados a la revolución agrícola y la cognitiva y los fragmentos dónde trata el ADN y el desarrollo genético.

El autor propone al lector una nueva forma de entender y ver el mundo en la actualidad. Toma datos históricos y científicos y lo suma a sus personalísimos puntos de vista. En ese sentido, ya no actúa como un historiador per se, sino como un filósofo que interpreta el pasado y el presente y los modifica. El producto o resultante de todo esto es Sapiens, un ensayo transgresor que va más allá de la historia y la ciencia mezclada con filosofía. Por tanto, la pretensión de este libro no es meramente informativa o cultural, sino que pretende persuadir al lector de acuerdo con el contenido filosófico del mismo.

Finalmente, Sapiens es un libro que se sustenta en la historia para ofrecer una filosofía  global de cómo entender el mundo. Esta filosofía puede hacer del lector un lector militante o simplemente un lector observador del trasfondo progresista que hay en él, aunque el autor rechace dos valores fundamentales del progresismo, como son los derechos humanos y el liberalismo. En ese aspecto, el libro es también contradictorio. Lo que sí está claro es que desmarcarse del progresismo y el liberalismo le ha servido a este autor para presentar su mensaje novedoso, aunque desde el presente estudio comparativo que desde aquí se ha hecho se duda de ese contenido innovador que presenta. 

En definitiva, Sapiens no es un ensayo al uso, aunque lo parezca, sino que es un discurso político (de ideología cuasiprogresista) que busca persuadir e incorporar nuevos adeptos.



Juan Post

Lima, noviembre de 2021




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