viernes, 21 de enero de 2022

Reseña de «Liberalismo», de Ludwig Von Mises

Si cualquier persona, sea cual sea su profesión, actitud o motivación, desea conocer verdaderamente qué es el liberalismo moderno, debe leer este libro. Von Mises diferencia bastante bien lo que es el liberalismo clásico (Locke, Bentham, Smith, etc.) del liberalismo moderno que ha pasado por un proceso de madurez a lo largo del siglo XIX para desembocar en el XX tras la revolución bolchevique y tras hacerle frente a las ideologías antiliberales, como el socialismo, el marxismo, el anarquismo o el fascismo. Es así que con esa visión histórica presenta su imprescindible obra Liberalismo (1927) y marcará las pautas iniciales de cómo hoy conocemos el pensamiento liberal (no confundir liberal con libertario, que son dos cosas distintas) en el siglo XXI.

Ya desde el prefacio a su edición en inglés de 1962, incluída en esta edición, Von Mises va dejando claro que su estudio se basa en el proceso histórico de las diferentes etapas del capitalismo: «en la sociedad precapitalista solo progresaban quienes, en cada momento, gozaban de la fuerza necesaria para someter a sus más débiles semejantes» (p. 22). De este modo sitúa al lector en el contexto necesario para entender el liberalismo de manera global. Seguidamente, en su introducción, hace un repaso de los beneficios que ha traído a la humanidad, entre los cuales destaca la reducción de la mortalidad infantil y la supresión de «las viejas barreras que habían separado a amos y siervos» (p. 26), dando como resultado la ciudadanía universal con los mismos derechos.

Asimismo, señala la deriva que ha tomado el liberalismo en la década del veinte del siglo XX, al referirse al liberalismo con desprecio y que en la misma Inglaterra «sigue habiendo “liberales”, pero muchos, acaso la mayoría, lo son de nombre: digamos más bien que son socialistas moderados» (p. 27).

Más adelante describe el verdadero pensamiento liberal diciendo que «no es un dogma rígido» (p. 28),  y que «se interesa prioritariamente por el aumento del bienestar exterior, material de los individuos». Y, al contrario de los que piensan que el liberalismo es una ideología egoísta y que favorece solo a determinados grupos, Von Mises afirma lo siguiente: «el liberalismo ha considerado siempre los intereses generales, nunca los de un grupo particular cualquiera» (p. 33). Esto es de vital importancia a nivel pedagógico porque siempre se ha pensando que los liberales son unos saqueadores y que velan solamente por sus intereses económicos. Nada más falso que eso. En el mismo sentido pedagógico también se debe observar bien a los falsos liberales que propugnan el liberalismo pero que en realidad son lobos vestidos de ovejas y que si causan verdaderos desmanes en las economías de los países afectando a los más vulnerables. Gracias a ellos el liberalismo se ha desprestigiado y tiene mala prensa, especialmente en los sectores socioeconómicos más bajos.

Otro de los enemigos del pensamiento liberal es la demagogia y le dedica unas líneas para desenmascarar a esa lacra. Sobre ello nuestro autor precisa que el demagogo acusa al liberal «de egoísmo y de actitud antipopular, mientras que él presume de ser altruista y de estar de parte del pueblo» (p. 34). Con esto vemos que el demagogo sabe cómo llegar al corazón de las masas. Se ha visto muchas veces en los discursos y medidas populistas de innumerables políticos alrededor del mundo, con especial énfasis en Latinoamérica. 

Además, los que usan la demagogia acusan a los liberales de «favorecer los intereses de los demás estratos sociales, de suerte que el liberalismo estaría a favor de los ricos contra los pobres» (p. 39). Nada más alejado de la realidad puesto que «el liberalismo no es una política que fomente los intereses de esta o aquella clase social, sino una política a favor de los intereses de la colectividad» (p. 39). 

Afirma Von Mises que los enemigos del liberalismo no se basan en la razón, sino en una conducta psicológica antisocial que proviene del resentimiento y la envidia. No deja títere sin cabeza: de los marxistas dice que se autoengañan desde la arrogancia de su ciencia socialista. En términos generales, a todos los que odian el liberalismo, el autor los ubica dentro del complejo de Fourier, en el cual el enfermo piensa que la causa de su fracaso no es culpa suya sino de la sociedad donde le tocó vivir.

Entre las propuestas que se encuentran en Liberalismo tiene especial relevancia la erradicación de la indigencia y la pobreza. Para ello, el verdadero liberal «piensa que los métodos que propone son los únicos capaces de alcanzar ese fin» (p. 35). Es más, para corroborar esta tesis se insta a demostrar a quienes crean que hay otro método mejor que el liberalismo para lograr este objetivo. La evidencia salta a la vista: en todos los países dónde se gobierna mediante sistemas políticos no liberales como el socialismo, el marxismo o el fascismo la pobreza alcanza niveles intolerables.

El sistema de Von Mises se fundamenta en que el conjunto de la sociedad «es una asociación de individuos para una acción común. Una acción común regulada por el principio de la división del trabajo tiene la ventaja de una mayor productividad frente a la acción aislada de los individuos» (p. 47). Precisamente, esta división del trabajo desarrolló las potencialidades del ser humano que, pese a sus características físicas inferiores en comparación con otras bestias, logró alcanzar el dominio del planeta tierra mediante la técnica.

El autor propone que el liberalismo podría concentrarse en una sola realidad: la propiedad. Y más específicamente en la propiedad privada de los medios de producción que «no es un privilegio de los propietarios, sino una institución social para bien de todos, aunque al mismo tiempo puede ser particularmente agradable y útil a algunos. Junto a la propiedad se agregarían las palabras “libertad” y “paz”» (p. 49). Esto último debido a la importancia que le da Von Mises a los procesos históricos los cuales, como se mencionó al inicio, «el programa actual del liberalismo ha superado al del viejo liberalismo» (p. 49). No obstante, reconoce que si bien «la compleja red de relaciones internacionales es producto del liberalismo y del capitalismo del siglo XIX» (p. 58).

Sobre el problema de la igualdad, el economista austríaco pone de relieve en el debate el individualismo. Afirma que «en realidad, los hombres (en genérico) son sumamente desiguales. Incluso entre hermanos y hermanas existen las mayores diferencias de carácter físico y moral» (p. 59). Sin embargo, se reafirma en qué todas las personas deben ser iguales ante la ley provengan de donde provengan y sean de la condición que sean. A este respecto dice lo siguiente: «los hombres son y seguirán siendo desiguales [...]. No hay fuerza humana que pueda convertir a un negro en blanco. Pero se pueden conceder al negro los mismos derechos que al blanco y ofrecerle así la posibilidad de alcanzar las mismas metas en igualdad de prestaciones» (pp. 60-61).

En cuanto a ética y moral, el autor defiende el sacrificio que tienen que hacer las personas porque «es tan solo provisional, es una renuncia a una pequeña ventaja directa a cambio de otra mayor indirecta» (p. 66). Así, pues, el valor ético «no está en el sacrificio en sí sino en el fin por el que se hace [dicho sacrificio]» (p. 66). En otras palabras, el orden social y ética van de la mano y lo que va en contra de del orden social es inmoral. A fin de cuentas, puede considerarse o no la utilidad o daño que pueda infligir una institución social, pero «cuando se concluye que es útil, no se puede ya pretender que, por alguna razón inexplicable, se la deba considerar como inmoral» (p. 67).

Como el mundo organizado según Von Mises tiene su razón de ser en la sociedad, para él aquel quien transgrede los valores morales de la armonía social «perjudica no solo a sí mismo sino a los demás» (p. 68). Es en este sentido de protección de la moral de la sociedad, que le permite proponer que «sin el uso de la coerción y la violencia para con los enemigos de la sociedad sería imposible la convivencia humana» (p. 68). 

De este modo, se va configurando el modelo de Estado que propone el autor, como ente que se encarga de velar y coercionar a los ciudadanos al cumplimiento de las normas de la sociedad. Estas normas que provienen del Estado se denominan Derecho. El gobierno, entonces, estaría conformado por las instituciones (ministerios) que se encargan de hacer cumplir dichas normas y sus funciones serían las siguientes: «la protección de la propiedad, de la libertad y la paz» (p. 70). En otras palabras: el Estado velará por «la defensa de la propiedad privada de los medios de producción» (p. 71). Es así como para los liberales las funciones del Estado son de vital importancia y en estas funciones radica la sustentación de su existencial, porque «es imposible asegurar una mejora económica permanente si la marcha pacífica de los negocios se interrumpe sistemáticamente por luchas internas» (p. 75).

Por otra parte, todo esto es posible gracias a la democracia, a las elecciones libres y transparentes y a la formación parlamentaria. Dicho de otra manera: «la democracia es aquella forma de constitución política que hace posible la adaptación del gobierno a la voluntad de los gobernados sin luchas violentas» (p. 76).

El sentido utilitarista tiene que mucho que ver dentro de la moral liberal. Por ejemplo, en el tema de las sustancias adictivas como el alcohol, la cocaína, marihuana o la morfina, dicen que «son enemigos terribles de la vida, del hombre, de la salud y de su capacidad de trabajar, y por tanto quien razona en términos utilitarios dirá siempre que son vicios» (pp. 88-89). No obstante, Von Mises a continuación señala que la tolerancia es una característica de la persona libre y, por lo tanto, deben «saber tolerar que sus semejantes se comporten y vivan de un modo distinto de lo que él considera apropiado, y debe abandonar la costumbre de llamar a la policía tan pronto como algo no le gusta» (p. 91).

Casi en la última parte del libro, el autor deja claro y resume el programa político, social y económico del liberalismo: «no es una religión [...], no es un partido de intereses, porque no promete, no quiere proporcionar y no concede [...] privilegios de ninguna clase a ningún grupo y a nadie personalmente» (p. 258).

Von Mises con valentía acepta que el liberalismo es una ideología. No como otros políticos y filósofos que niegan que también el fascismo, el marxismo el anarquismo, fascismo, etc., sean también ideologías. Todo sistema de pensamiento que pretenda organizar la realidad del mundo es una ideología. Pero el liberalismo de Von Mises «no tiene una flor o un color como símbolo de partido, ni un himno o ídolos de partido, símbolos o lemas» (p. 259). Sobre este respecto se diferencia de la ideología libertaria que sí tiene símbolos y en sus programa va mucho más allá que el liberalismo y propone la eliminación del Estado. Ya se ha visto que el liberalismo propone un estado mínimo con funciones específicas sobre todo en materia de seguridad para que la propiedad privada de los medios de producción tenga garantizada la paz y libertad para que, por medio de ella, provea bienestar económico y social a todos los ciudadanos de una determinada sociedad.




Juan Post
Enero de 2022




Obra citada

Von Mises, L. (2021). Liberalismo. Madrid: Unión Editorial.





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